viernes, 17 de marzo de 2017

El niño rebelde que camina sin destino

Aquella mujer de pelo largo moreno que me daba galletas por las rejas de aquel orfanato gris era mi madre y no lo supe hasta entrar en la adolescencia. 


Esta imagen es la única que me recuerda de mi infancia y la robe del archivo que guardaba mi historia y la de muchos niños huérfanos que estaban privados de emociones en aquella cárcel de la calle Carpatii.

Los perros que íbamos rescatando de la calle nos permitían ser alegres y dar pie a nuestras emociones pisoteadas por los adultos que enseñaban a través de la violencia. Huir en busca de la libertad propia nunca fue fácil pero con el apoyo de la escuela y tu propia determinación descubres que los libros fueron tu única salvación de aquel mundo donde el más fuerte ganaba. 

Sigues caminando y tratas en todo el momento de no matar al niño interior para conservar la humanidad en un mundo egoísta e individualista. El río Danubio te enseña perder el miedo a vivir y apreciar la vida como un regalo. En un acto de rebeldía abrazas la muerte en el fondo de aquel río de la infancia y descubres el silencio oscuro en la profundidad del río y la calidad de la actitud propia que te empuja hacia la superficie en el encuentro con la luz y la alegría de la vida.

Desde entonces han sido muchos los obstáculos a los que este niño rebelde se ha tenido que enfrentar y en cada golpe recibido ha encontrado la fuerza para seguir. Muchos golpes se han cicatrizado dejando huellas para siempre y otros golpes siguen presentes ya que la vida es una lucha continua.

Este niño que se levanta gracias a los libros y a la actitud que desarrolla abrazando experiencias descubre la importancia del TIEMPO y del ESPACIO, elementos fundamentales para descubrir la libertad y se tapa con un sistema que roba el tiempo a cambio de unas monedas y el espacio para no crear, pensar libremente.

El viaje sin destino enseña el camino hacia la libertad y el niño rebelde ha ido captando en el camino lo esencial para conservar la niñez que quieren matar por su rebeldía constante.

Vivir con miedo es un sin vivir y a diario me encuentro con vidas mutiladas por los miedos, vidas sin historias que van como es natural a los ríos que guardan todas las almas del universo. 

Las vidas son como una gota que transcurren entre un minuto y otro y de nosotros depende dar contenido y validez a nuestras historias para que el universo cobre sentido.

Siento aún el sabor de las galletas de la infancia, las rejas eran un obstáculo y con cinco años me atreví a probar las galletas de la libertad en un mundo donde hay tiempo para el odio.



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